Génesis 1 y la consigna del Farolero

Leyendo acerca del Génesis capítulo 1:

Dios se presenta como creador de todas las cosas, como cuando un programador declara sus variables y les asígna una función. Creó todo por módulos, plantas, peces, animales, etc., un módulo tras otro, sin embargo, al igual que en la programación el funcionamiento del sistema ya está pensado desde antes. Por ejemplo:

Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años,
Génesis 1:14
Muchas culturas dominaron ampliamente esta función del sol y la luna...

Tambien se crea al hombre, la raza humana, única especie creada a la imagen de Dios y se le asigna una función:

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Génesis 1:26

Esta parte me recuerda a El Principito uno de mis libros favoritos, y en específico me recuerda al capítulo del farolero, que pese a las circunstancias seguía fiel a su consigna:

-¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar el farol?
- Es la consigna - respondió el farolero -. ¡Buenos días!
- ¿Qué es la consigna?
- Apagar el farol. ¡Buenas noches! Y volvió a encenderlo.
- Pero, ¿Por qué acabas de encerderlo?
- Es la consigna - respondió el farolero.
- No comprendo - dijo el principito.
- No hay nada que comprender- dijo el farolero - .La consigna es la consigna. Buenos días.
Y apagó el farol.

Ordono estas la ordono (Diria el farolero en esperanto). El farolero debía encender el farol por la noche y apagarlo por la mañana, pero su planeta giraba cada vez más rápido que cada día solo duraba un minuto, por lo que el farolero se la pasaba encendiendo y apagando el farol sin poder descansar.

Este, se dijo el principito mientras proseguía su viaje hacía más lejos, éste sería despreciado por todos los otros, por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre de negocios. Sin embargo, es el único que no parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa ajena a sí mismo.

El farolero sería un buen cristiano, y todo cristiano debería ser fiel a la consigna de Génesis 1:26, y más aun a la consigna que confirma lo primero, la consigna de nuestro Señor Jesucristo:


Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10: 7-8


Bibliografía:
de Saint-Exupéry, Antoine, El Principito, ed. Leyenda, 2000, 91 páginas, ISBN: 9685146004

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