Lo que nos enseñan los Reyes Magos sobre la adoración a nuestro Salvador |
por Charles F. Stanley ¿Pensó usted alguna vez dar un regalo a Dios durante la época de Navidad? Tal vez da regalos a sus seres queridos, amigos y vecinos, pero ¿ha considerado cómo puede bendecir al Señor Todopoderoso? Después de todo, la Navidad es un tiempo para adorar a Jesucristo, quien se despojó a sí mismo y tomó la forma de un siervo a favor nuestro (Fil 2.7). Podemos aprender mucho de los magos que fueron a visitarlo en Belén. Desde nuestra perspectiva, sus regalos de oro, incienso y mirra pueden parecer raros para un bebé, pero Jesús no era un niño común y corriente. Estos regalos simbolizaban quién era Él, y qué había venido a hacer. Aunque la historia de los magos en Mateo 2.1-16 es muy conocida, todos sacaríamos provecho al verla con nuevos ojos. Dios tiene algo especial para nosotros en este asombroso relato cuando contemplamos el significado de los regalos, y cómo debemos responder a Cristo en adoración. Los magosLos magos eran líderes del oriente, probablemente de algún lugar de Mesopotamia cercano a la ciudad de Babilonia. Lo más probable es que fueran astrónomos que descubrieron una rara estrella que indicaba el tan largamente esperado nacimiento del rey judío. Pero, ¿cómo tuvieron conocimiento estos hombres acerca del Mesías? Después de todo, eran de distantes tierras paganas. ¿Por qué ese interés? La Biblia nos ayuda a desentrañar este misterio. En el libro de Daniel, en el Antiguo Testamento, encontramos una vinculación entre el imperio babilónico e Israel. Cuando Daniel estaba en su adolescencia, los babilonios dominaron la nación de Judá, y fue llevado, junto con muchos otros judíos a Babilonia (Dn 1.1-6). Allí creció, y fue preparado para el servicio al rey junto con otros jóvenes hebreos. Debido a que el Señor le dio el don de interpretar sueños, ascendió a posiciones de liderazgo en los imperios babilónico y persa. A lo largo de toda su vida, fue honrado y respetado por los reyes de ambos imperios. Muy probablemente, los magos eran descendientes de quienes se enteraron por Daniel y otros judíos del Dios de Israel y del Mesías prometido. Generaciones más tarde, cuando apareció en el cielo la señal del rey judío, los magos reconocieron su significado. Hoy no solemos pensar en las estrellas como un medio de dirección divina. Sin embargo, cuando Dios hizo el sol, la luna y las estrellas, los creó no solo para alumbrar la tierra, sino demás con otros tres propósitos —“sirvan de señales para las estaciones, para días y años” (Gn 1.14). Por eso, la utilización de una estrella como señal para guiar a dirigentes gentiles al Mesías, no debería sorprendernos. Un contrasteLos magos hicieron el largo viaje después de ver la estrella en su país de origen. Al entrar en Jerusalén, preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mt 2.2). Es de imaginar que su pregunta causara un gran revuelo en la ciudad. ¿Qué rey? ¿De qué están hablando? Estos visitantes extranjeros parecían suponer que todo el mundo sabía de su nacimiento, pero la gente no tenía conocimiento de que el Mesías había nacido. En vez de estar llenos de admiración, tanto ellos como el rey Herodes se inquietaron por este inesperado grupo de viajeros, y por su extraño anuncio (v. 3). En cambio, las acciones de los magos estaban enfocadas generosamente en la exaltación del recién nacido Rey de los judíos. Eran hombres de fe que creyeron la señal que Dios les había dado. A lo largo de su viaje, habían dependido de su gracia divina al seguir la estrella (v. 9). Cuando llegaron a la casa donde estaba Jesús, “postrándose, lo adoraron” con temor reverente y humildad (v. 11). Entonces le ofrecieron presentes dignos de un rey. Aunque no sabemos si ellos entendieron el significado trascendental de estos regalos, cada uno de ellos fue apropiado y profético para el Hijo de Dios. Los obsequiosLa mirra era un perfume costoso que se utilizaba principalmente en los sepelios. En el antiguo Oriente, los cuerpos de los muertos eran envueltos en sábanas rociadas con mirra. Este regalo hablaba proféticamente de la muerte de Jesús y de su papel como nuestro Redentor. Él no vino a vivir, sino a morir por la humanidad pecadora, entregando su vida para que nosotros pudiéramos ser librados de la separación eterna de Dios. El simbolismo profético se cumplió cuando Nicodemo bajó el cuerpo de Jesús de la cruz, y lo envolvió en un lienzo con un compuesto de cien libras de mirra y de áloe (Jn 19.38-40). El incienso tenía un papel importante en el culto judío que se hacía en el templo. Cuando los sacerdotes lo rociaban sobre los carbones encendidos del altar de oro, el fragante humo ascendía hacia arriba, simbolizando la ofrenda de sus oraciones. El incienso apuntaba proféticamente al papel de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote. En latín, la palabra traducida como sacerdote es pontiface, que significa “constructor de puentes”, y eso es exactamente lo que Jesús es para nosotros. Él es el único mediador entre el hombre pecador y un Dios santo (1 Ti 2.5). El Señor Jesús ofreció su sangre para expiar el pecado de una sola vez y para siempre (He 9.11-14). Pero el sacerdocio de Cristo no termina allí; Él está sentado a la diestra del Padre celestial, intercediendo por nosotros (7.25).El oro puede parecer un regalo no apropiado para un niño nacido en el hogar de un humilde carpintero. Pero el simbolismo de este presente revela el porqué era tan adecuado. En el mundo antiguo se regalaba oro como demostración de honra y alta estima. Era un regalo digno de un rey, y eso es exactamente lo que es Jesucristo. A lo largo de su ministerio, afirmó tener un reino. De hecho, cuando Pilato le preguntó si Él era el Rey de los judíos, Cristo respondió: “Tú dices que yo soy rey. Para esto he nacido, y para esto he venido al mundo” (Jn 18.37). Además, aclaró el asunto al decir: “Mi reino no es de este mundo” (v. 36). Si usted ha puesto su fe en Cristo como su Salvador, es parte de su reino aunque no pueda ver ninguna manifestación física del mismo. En el momento que usted fue salvo, fue trasladado del reino de las tinieblas al reino del Hijo de Dios (Col 1.13, 14). Pero un día, este reino espiritual se hará visible cuando Cristo regrese a la tierra para reinar como Rey de reyes y Señor de señores (Ap 19.11-16). La respuestaA pesar de que esta historia sucedió hace mucho tiempo, sus lecciones son siempre oportunas. Los magos vinieron a adorar al Mesías, inclinándose humildemente ante Él. Le honraron como Redentor, Sumo Sacerdote y Rey. Si usted quiere imitar su ejemplo, también puede festejar al Salvador y deleitarse en lo maravilloso que Él es. Cristo vino a andar entre los hombres para que nosotros pudiéramos andar con Él para siempre. Si usted lo acepta como su Rey, Redentor y Sumo Sacerdote, descubrirá el gozo y las insondables riquezas de su maravilloso reino. |
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